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HABÍA UNA VEZ UNA NIÑA...

sábado, 30 de enero de 2021

Había una vez una niña a la que le encantaba leer. Y le gustaba tanto que ella mismo empezó a escribir sus propios cuentos e historias. De mayor, sería escritora.

En cuanto reveló este secreto al mundo, surgieron a su alrededor los asesinos de sueños. Almas grises y tristes con incapacidad de soñar. 

No pierdas el tiempo, le decían, ¿quién leerá tus historias? Jamás podrás publicar nada. Es un mundo complicado. ¿Qué editorial se fijaría en una autora desconocida? Mejor haz otra cosa...

La niña escuchó tantos opiniones y consejos negativos, que dejó de escribir. ¿Para qué intentarlo si todos aseguraban que acabaría fracasando?

Años después, la niña se hizo mujer y, al poco tiempo, fue madre de un niño. Cuando el pequeño aprendió a hablar, sorprendió a todos diciendo que de mayor sería astronauta. La madre entonces tuvo dos opciones, convertirse en una asesina de sueños o darle alas a su hijo para que nunca dejara de soñar, para que nunca dejara de perseguir sus metas, por imposibles que estas parecieran.

Con cuatro años, el pequeño ya conocía todos los planetas del Sistema Solar, los satélites que lo componían, el nombre de algunas galaxias, de los cohetes y sus misiones... La madre nunca le dijo a su hijo que su sueño fuera imposible. Será difícil, muy difícil, pero no imposible.

¿Cuántos de vosotros os habéis detenido en una parte del camino porque alguien os dijo que nunca alcanzaríais vuestros objetivos? Querer no significa poder, desde luego, pero querer hacer algo es el único camino para conseguir hacerlo.

Aún no era tarde para aquella niña que se había convertido en mujer. Un día decidió volver a correr tras sus sueños. Al fin y al cabo, la vida en sí misma es una carrera de principio a fin. Corrió, corrió, corrió... Y ya nunca más dejaría de correr. 

Ya nunca más escucharía a los asesinos de sueños.




MÁS ESCENAS RESCATADAS DEL OLVIDO

domingo, 24 de enero de 2021

 —Creí que ya lo habíamos superado, que me habías perdonado. No te entiendo, Alma. ¿Qué es lo que quieres?

—Lo único que quiero en este momento es sentarme en aquel columpio, cerrar los ojos, coger impulso y volar tan alto como me lleven mis sueños.

—¿Aunque sepas que esos sueños no tienen nada que ver con los míos? ¿Qué pasa con nuestros planes?

—¡La vida pasa! Y pasa tan deprisa que no nos perdona ni un segundo. La gente cambia. Los sentimientos cambian... Deberías saberlo. ¿Por qué si no corriste tú a los brazos de otra?

—Me he disculpado mil veces por eso...

—Quizás tus disculpas ya no sean suficiente.

—¿Me estás dejando? ¿Es eso? ¡Moriré si me dejas!

—Nadie  muere de amor. Te lo prometo.





ESCENAS RESCATADAS DEL OLVIDO

sábado, 16 de enero de 2021

Esta breve escena de Alma y Hugo, protas de mi próxima novela, la escribí hace un par de años en uno de mis muchos cuadernos, y ahí quedo olvidada y relegada, enterrada bajo un montón de ideas, frases, citas y muchas otras historias inconclusas. 

Esta tarde revisando mis anotaciones me he topado con ella y por supuesto la he rescatado del olvido.

"Hugo le da un sorbo largo a su vaso, llenándose la boca de ponche. Luego da un paso decidido hacia mí, arrimándose tanto que tengo que pegar toda la espalda al tronco del árbol. Noto la madera húmeda y áspera a través del jersey. El pelo se me enreda entre las grietas de la corteza. Está guapísimo, y tan cerca de mi rostro que apenas puedo respirar, moverme, hablar o pensar.

Sin dejar de mirarme los labios, Hugo se acerca un poco más, y entonces me besa. Sus labios están dulces por el azúcar, y su lengua sabe a cítricos y canela. Noto mi cuerpo cada vez más liviano, como si dentro de mi pecho se estuvieran formando miles de burbujas iridiscentes. Por un momento, creo que voy a flotar.

Cuando finalmente se aparta, siento como si un montón de hojas secas me cubriera el cerebro, sosegando todos mis pensamientos, llenándome de calma, devolviendo mis pies al suelo terroso.

Abro los ojos despacio y durante unos segundos me pierdo en el verdor intenso de su mirada. Tiene los labios húmedos, entreabiertos y un poco enrojecidos. Esta vez soy yo la que se acerca para besarlo, como hipnotizada por un hechizo, pero justo antes de llegar a rozarle, me acuerdo de Daniela. Giro la cabeza en dirección al porche y la veo mirándome, con el ceño fruncido y los ojos llorosos..."





BYE BYE, NAVIDAD...

sábado, 9 de enero de 2021

El día de los Reyes Magos ha sido el último gran evento de la Navidad, que sirve además para cerrar estas entrañables fiestas. 

Cada año, por estas fechas, siempre me ocurre lo mismo. Tras un montón de días de vacaciones, reuniones familiares, reencuentros con amigos, apertura de regalos y noches interminables de pelis, series y libros, me arrasa luego una ola gigantesca de melancolía y nostalgia. 

Después de mañana, toca empezar a guardar toda la decoración navideña y volver a los madrugones, y a la rutina de colegios y trabajos. 

Adiós al olor de castañas asadas en las calles, al pesebre iluminado, a los villancicos con pandereta, a la comida de mamá, a la magia que lo envuelve todo en estas fechas...

Cuando lo quite todo, mi casa quedará vacía y aburrida. Y así permanecerá, al menos, hasta que llegue Halloween y desempolve otra vez mi faceta escaparatista, y transforme completamente mi salón de nuevo.

La Navidad es, sin duda, mi época favorita del año. Creo que por eso me resulta tan difícil despedirme de ella. 

Depresión post navideña, lo llaman. Y no sé si alguien más lo sufre, a parte de yo y todos los niños del planeta...




AL CARAJO CONTIGO, 2020

2020 ha sido un año desastroso en muchos aspectos. Especialmente porque se llevó dos seres muy queridos para mí.

Ha sido un año de retos difíciles, de incertidumbre, de mucho distanciamiento y muchas lágrimas, de valorar más los encuentros con la familia y los amigos, de amar y ser amado... Tengo mucha suerte de tener a mi alrededor a tantas personas que me quieren y me cuidan.

Pero no todo ha sido malo este año. El 2020 me trajo la publicación de "Mateo y la Bruja Gina" y un nuevo proyecto súper chulo para el 2021.

Cada enero me gusta empezar el año con una lista de nuevos propósitos, que siempre trato de cumplir. Sin embargo, el 2020 me ha enseñado a planear menos y vivir más, a ser más espontánea y salir sin miedo de mi zona de confort, a reinventarme y mostrarme más tal y como soy.

He estado un rato pensando cuál foto podría representar mejor este post para dar la bienvenida a un año que, deseo de corazón, sea infinitamente mejor para todos nosotros. Y sin lugar a dudas creo que esta es la imagen más apropiada: Yo sonriendo al 2021 (sin mascarilla) y, detrás de mí, el desastre de año que por fin hemos mandado al carajo.




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